22 Mar SEMANA SANTA: CAMINO DE CONTRADICIÓN
Hablar de la Semana Santa como CAMINO es evocar una metáfora muy querida por toda la tradición bíblica. Los autores bíblicos tienen los pies en la tierra. Cuando quieren hablar de la guía de Dios y del itinerario espiritual de los hombres, les viene a la mente el verbo caminar de un modo completamente natural. Y es lógico: el antiguo semita era nómada, por tanto, camino, vía y sendero desempeñaban en su existencia un papel esencial. Y como la cosa más natural del mundo, utilizan este mismo vocabulario para hablar de la vida moral y religiosa.
Desde el punto de vista real: el camino es por el que la persona se desplaza de un lugar a otro caminando con los pies en la tierra.
Desde el punto de vista metafórico, es el itinerario espiritual que todos debemos hacer a la búsqueda de Dios si queremos llegar al punto de encuentro donde nos habita el Dios de Jesús, el Abba.
Pero hay más, este camino puede ser CONTRADICTORIO porque la contradicción anida en el fondo de nuestro ser…
Ya en el Antiguo Testamento, la vida se presenta como una decisión a tomar ante la encrucijada de dos caminos contradictorios:
“Mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad; muerte y desgracia. Sí escuchas los mandamientos de Yahveh tu Dios que yo te prescribo hoy, si amas a Yahveh tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, preceptos y normas, vivirás y te multiplicarás” (Dt 30,15-16).
En el libro de los Hechos de los Apóstoles el cristianismo se comprende como un camino, un itinerario. Los cristianos somos los seguidores del “Camino” (Hecho 9,2). Jesús es “el Camino” para llegar al Padre (Jn 14,6) porque es el mediador que revela al Padre y constituye el acceso a él (Jn 14,7-9; Heb 10,19-22).
El caminar cristiano es una carrera (1 Cor 9,24-27), dirá Pablo de sí mismo: “Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta” (Filp 3,13-14), y se pide a los cristianos: “Corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma nuestra la fe” (Heb 12,1-2).
El caminar cristiano es también peregrinación, porque somos un pueblo de peregrinos (Hb 11,13-16), que “no poseemos una ciudad permanente” (Hb, 13,14) y cuyo estilo de vida es la de “extranjeros y huéspedes” en este mundo (1 Pe 1,1; 2,11).
La Semana Santa es un camino, un Camino de contradicción en el que hay encrucijadas que tenemos que ir respondiendo con nuestras actitudes, acciones y decisiones, arriesgando. Para descubrir que el final del camino se convierte en un inicio.
Pero hay más, la Semana Santa es un camino para llegar al Punto de Encuentro. Pero… ¡sorpresa! Cuando llegamos al punto de encuentro, que puede parecer el final del camino, resulta que realmente es el principio de un nuevo camino. Un camino que empieza de otra manera, el camino se abre a la sorpresa de una alegría desbordante, resucitada.
El (punto de) encuentro con Dios nos rompe los esquemas, nos cambia el corazón y la mente. Dios transforma nuestras contradicciones. Y nos hace nuevos en la práctica. El encuentro verdadero con Dios nos hace capaces de dar el salto: “no lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú” (Mt 26,39) En el momento supremo “No se haga mi voluntad sino la tuya” es como la expresión de María “Hágase en mí según tu palabra”. El camino de Jesús y el camino de María se entrelazan en el Punto de Encuentro, que es Dios. Y van a ir caminando juntos en este camino de contradicción, hasta la plenitud.