22 Feb ECO: domingo 25 de febrero de 2024
II DOMINGO DE CUARESMA
Evangelio de Marcos 9, 2-20:
“Seis días más tarde tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan y se los llevó aparte a una montaña elevada. Delante de ellos se transfiguró: su ropa se volvió de una blancura resplandeciente, tan blanca como nadie en el mundo sería capaz de blanquearla. Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús.
Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús:
-Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a armar tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías
No sabía lo que decía, porque estaban llenos de miedo.
Entonces vino una nube que les hizo sombra, y salió de ella una voz:
-Éste es mi Hijo querido. Escúchenlo.
De pronto miraron a su alrededor y no vieron más que a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban de la montaña les encargó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos.
Ellos cumplieron aquel encargo, pero se preguntaban qué significaría resucitar de entre los muertos”.
Comentario:
¡ESCUCHADLE! ¡QUÉ BIEN SE ESTÁ AQUÍ!
Este segundo domingo de Cuaresma nos da una pauta para seguir avanzando en el camino hacia la vida y nos da una orientación. La presencia cercana y amorosa de Dios nos allana y nos ilumina el camino.
Vemos en este texto que en el camino hay gloria, iluminación, hay encuentro, hay transfiguración. Pedro, Santiago, Juan, amigos cercanos de Jesús, participan de este encuentro con Dios en el que Jesús se experimenta como “Hijo amado”. En Marcos se describe como radiante únicamente su ropa, pero la cercanía de Dios no está en el ropaje sino en la experiencia de sentirse como Hijo amado. Los tres discípulos son testigos de una revelación muy especial en la cima de una montaña. La atmósfera entera es de ensueño y lo que experimentan es un anticipo de la resurrección de Jesús. Es natural que Pedro quiera prolongar la estancia porque cuando se viven momentos de gloria no queremos salir de ellos, no queremos que terminen, así lo expresa Pedro, quisiera detener el tiempo en esa experiencia.
Nosotros/as estamos llamados/as no sólo a reflejar, sino a reproducir la imagen de Jesús en nuestra vida porque llevamos la filiación de “ser hijos en el Hijo”. Estamos revestidos de gloria y esa gloria se ha de manifestar en nuestra vida. “El árbol bueno da frutos buenos”. “Por sus frutos los conoceréis. Porque cuando vivimos en plenitud manifestamos la riqueza que llevamos dentro.
Jesús transfigurado manifiesta en qué consiste su verdadera gloria. El mismo Dios hace oír su voz a los discípulos entre luces y sombras: “Este es mi Hijo amado” . Debemos dejar a un lado nuestros miedos para poner a Jesús en el centro de nuestras vidas, fiarnos de Él, caminar con El y dejarnos tocar para seguirle con valentía y reproducir la gloria de Dios en nuestras vidas.
La cercanía de Dios no está en el ropaje exterior, sino en la hondura de sentirnos hijos del Padre. Se nos invita a estar atentos a la presencia de Dios como hijos y a experimentar que el encuentro con Jesús nos transforma, nos transfigura. La voz venida desde la nube nos invita a escucharla, acogerla en el corazón.
¿Estamos en esta disposición?
Ángela Martínez
Misionera Claretiana