05 Ene ECO: domingo 7 de enero de 2024
Evangelio de Marcos 1, 7-11:
“En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo». Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».
Comentario:
«TÚ ERES MI HIJO AMADO, EN TI ME COMPLAZCO»
En el Bautismo Jesús se reafirma en la certeza de ser «Hijo amado de Dios». Él experimenta que su vida está en manos de su Abba, se siente abrazado y cuidado por el inmenso Amor de su Padre, que se complace en él y le envía a sanar, a liberar a sus hermanos y hermanas.
Esta experiencia marca una nueva etapa en su historia vital, pasa de la vida oculta a la vida pública. Nazaret se le queda chico, necesita anunciar a todos la Buena Noticia, por eso se pone en camino con el corazón ardiendo en el Amor de su Padre.
La certeza de ser su “HIJO AMADO” plenifica su corazón, lo llena de confianza, le sostiene siempre, sobre todo cuando el dolor y la muerte le acechan, por eso en la Cruz grita a su Abba.
Algo así han vivido muchos hombres y mujeres a lo largo de la historia, como Claret y a París y también yo, cuando percibimos en lo profundo de nuestro ser el inmenso Amor del Padre, quedamos marcados para siempre. Esta certeza es la que nos sostiene a lo largo de nuestra vida, en el gozo y en el dolor, cuando vemos con claridad o el camino se oscurece. Cuando nos sentimos tan tremendamente amadas y amados, encontramos fuerzas para levantarnos y seguir caminando con alegría, en medio de las pruebas de la vida. Es una experiencia que nos lanza a amar, a cuidar a nuestros hermanos y hermanas más vulnerables, de la misma manera como nos sentimos amadas y cuidadas por nuestro Abba.
¡¡¡Gracias Padre Bueno, por el regalo del Bautismo, que me incorpora a la vida de Cristo, me confirma en la certeza de que soy tu hija amada, me ayuda a ver en cada ser humano a mi hermano y me lanza a ser testigo de tu Amor!!!
¿Te sientes tú de igual manera? ¿Qué debes poner de tu parte para ser testigo del amor de Dios en nuestro mundo tan necesitado de su presencia?
Isabel Guillén Sánchez
Misionera Claretiana