27 Feb ECO: domingo 3 de marzo de 2024
Evangelio de Juan 2, 13-25:
Como se acercaba la Pascua judía, Jesús subió a Jerusalén. Encontró en el recinto del templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los que cambiaban dinero sentados. Se un hizo un látigo de cuerdas y expulsó a todos del templo con las ovejas, y bueyes; esparció las monedas de los que cambiaban dinero y les volcó las mesas; a los que vendían palomas les dijo: «Sacad esto de aquí y no convirtáis la Casa de mi Padre en un mercado».
Sus discípulos se acordaron de aquel texto: “el celo de tu casa me devora”. Los judíos le dijeron: «¿Qué señal nos presentas para actuar de ese modo?» Jesús les contestó: «derribad este Santuario y en tres días lo reconstruiré». Los judíos dijeron: “Cuarenta y seis años ha llevado la construcción de este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él se refería al Santuario de su cuerpo, y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos recordaron que había dicho eso y creyeron en las Escrituras y en las palabras de Jesús.
Estando en Jerusalén por las fiestas de la Pascua, muchos creyeron en él al ver las señales que hacía. Pero Jesús no confiaba en ellos por los conocía a todos, él sabía lo que hay en el interior del hombre.
Comentario:
Esta escena conocida siempre nos llama la atención al descubrir a Jesús enfadado. Se manifiesta enérgico, incómodo y decidido frente al uso del Templo.
Cuando Jesús entra en el Templo de Jerusalén no encuentra personas que buscan a Dios, sino comercio religioso. Su actuación violenta, frente a «vendedores y cambistas», no es sino la reacción del Profeta que se encuentra con la religión convertida en mercado.
El texto lo enmarca Juan en torno a la Pascua que lo llena de sentido. Jesús utiliza una pedagogía profética, llena de gestos, palabras, correcciones, acciones que le comprometen. Responde a las preguntas provocando cuestionamientos. Esta pedagogía revela y ayuda a comprender, quién es el Padre, y dónde debemos buscarle y adorarle.
Les corrige mostrándoles lo que están haciendo mal. Han convertido su relación con Dios, en ritualismo que intercambia monedas, animales… para obtener favores de Dios.
La religión, tal como Jesús la ve, nos da la oportunidad de ser mejores al sentirnos profundamente amados por Dios, sin condiciones ni requisitos. Vivir el amor que recibimos de Dios nos dará una visión de la vida, del mundo, de los demás transformada. Nos encontramos con Dios en la vida, desde la gratuidad.
El Evangelio termina diciendo que Jesús conocía el corazón de cada uno. Nos ha ido desvelando cómo es el Padre, cómo es su relación de hijo y ahora nos desvela quiénes somos nosotros. Nos confronta en nuestra relación con Dios.
Caminamos hacia la Pascua escuchando y orando la Palabra, Él nos muestra cómo ser hijos y hermanos, cómo vivir de un modo pascual.
«Los Mercaderes del Templo», Brotes de Olivo:
Margarita García Expósito
Misionera Claretiana