26 Abr ECO del 30 de abril de 2023
IV DOMINGO DE PASCUA
Evangelio de Juan 10, 1- 10:
En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas caminan delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.
Comentario: ME CONOCES
El evangelio de hoy del Buen Pastor nos recuerda que el acto de escuchar, en San Juan, es creer en la voz de Dios y obedecerle.
Jesús dice de sus ovejas: “escuchan mi voz” y “me siguen”, porque las ovejas reconocen la voz del Pastor. Primero, se conocen Pastor y oveja, oveja y Pastor, existe una relación, como dice el salmista “tú me sondeas y me conoces … desde el seno materno”. Qué profundo este sencillo pasaje: “ME CONOCES” y espera que cada persona también le conozca a Él. Nos conoce, nos alimenta, nos defiende y da la vida por sus ovejas.
Si pudiéramos reconocer en nuestra vida estas acciones de Jesús creo que estaríamos más libres, en paz y felices, estamos muchas veces más pendientes de nosotros mismos que nos ponemos en el centro de la atención y de la oración cuando en el centro debe estar Él confiando que nos lleva por verdes pastos y no nos suelta para que nadie nos arrebate de la mano de Él.
Antonia Paris y Antonio Claret pudieron tener esta gran experiencia de CONOCER Y DAR A CONOCER A JESÚS, tanto fue esta experiencia que se convirtió en el SENTIDO de sus vidas.
Hoy deberíamos sentarnos en la “pradera” de la propia realidad de vida que cada uno tiene y reconocer la voz de Dios que sigue pronunciando nuestros nombres con amor eterno.
Cecilia Medina