Mes de María · Bibliando

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Mes de María · Bibliando

BIBLIANDO: «La Madre de la Alegría»  

por Ianire Angulo Ordorika, ESSE.

 

Mientras seguimos celebrando la resurrección de Jesús nos llega el mes de mayo y este nos resuena inevitablemente a María. Si echamos un vistazo al Evangelio no vamos a encontrar ningún texto en el que se nos hable de modo explícito de la alegría de la Virgen. Incluso podría parecer por algunos pasajes que su vida se caracterizó por tener el alma “atravesada” por una espada, como anunció Simeón (Lc 2, 35). Pero quizá Jesús se refería a su Madre cuando nos dice lo siguiente: 

 

Jn 16, 20-22 

En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar. 

 

El Evangelio según Juan pone estas palabras en boca de Jesús antes de su Pasión, cuando se está despidiendo y preparando a sus discípulos para lo que va a suceder. Cuando este evangelista habla de “la hora” se refiere al momento culminante, a la muerte y resurrección del Señor. Está claro que se trata de un verdadero drama para todos aquellos que le siguen, pero Él les hace intuir ya, con antelación, lo que vendrá después: una alegría que nadie les podrá quitar. La Presencia Resucitada de Jesús caminando a nuestro lado todos los días hasta el fin del mundo es lo que convierte nuestro gozo en algo inalterable, y para explicarlo recurre a un ejemplo del día a día: el nacimiento de un niño. 

 

Jesús utiliza una imagen muy gráfica para expresar que su muerte no es el final sino el paso necesario para la Vida que nos da vida: la mujer durante el parto. Con ella expresa con claridad la necesidad de mirar más allá del sufrimiento de un momento determinado para poder intuir la vida que brota de atravesar el dolor con la mirada puesta en el Resucitado. Pero seguro que Jesús, cuando habla de una madre, no podría evitar tener en la cabeza a la suya propia. El “parto” de María no terminó el día que nació su hijo, sino que continuó durante su vida al no comprender del todo el modo en que Jesús se comportaba, y llegó al máximo de su angustia al ser testigo de su cruel e injusta muerte. Pero, igual que su pena tuvo que ser ilimitada, inmensa tuvo que ser su alegría ante la Resurrección de su hijo. 

 

En este mes en el que recordamos con especial cariño a la que el Señor nos regaló como madre al pie de la Cruz (Jn 19, 26-27), sería importante que no nos olvidemos de pedirle a Ella que nos contagie de esa alegría indestructible que llena su corazón. Que Ella nos muestre cómo olvidarnos de todos los apuros que llenan nuestra existencia al reconocer al Resucitado caminando a nuestro lado. Que nos vaya enseñando a ser madres, capaces de compartir con quienes nos rodean la Vida con mayúscula que recibimos de Dios… aunque para ello a veces tengamos que pasarlo un poco mal.