27 Dic Dios espera por nosotros
Por Juan Carlos Monroy
En esta noche serena, donde los pastores vuelven a dormir al raso mientras se turnan en el cuidado de sus rebaños, María, aunque extenuada, no logra quedarse dormida.
Contempla el placentero sueño de su hijo, a quien acaba de amamantar.
En ese rincón discreto del anejo de la casa, María revive todo este intenso día. Aunque dolorida aún, no se acuerda de los dolores del parto, sino se goza en el contacto con su hijo en su regazo. A la algarabía de la familia de José por su nacimiento, siguió un deseado rato tranquilo donde empezó a descansar, pero poco duró.
Llegaron ruidosos unos pastores que se atropellaban unos a otros para ver al bebé y celebrarlo. Ella miraba sorprendida a José, esperando su reacción. Pero los pastores se le adelantaron hablando de ángeles y luces y cantos, y María se queda en suspenso, con los ojos bien abiertos, algo reacia a lo que cuentan.
Hasta que repiten el mensaje que escucharon, lo que le dijeron acerca del recién nacido. Y ella, en secreto, mientras ellos pronuncian esas palabras que hablan del Mesías, vuelve en su memoria a la casa de sus padres, hace nueve meses, y le nace la certeza de que es la misma revelación que ella recibió y que esconde como un tesoro. Entró en plena comunión con esos pastores, sin que nunca lo llegaran a saber cuando se marcharon tan contentos porque todo era como le habían dicho.
María reposa la mirada sobre su hijo, tan pequeño, que en todo depende de ella. ¿Cómo algo tan chiquito puede albergar tan grandes esperanzas? Es tan vulnerable, tan indefenso, ¿cómo es posible que sea él quien esté abriendo una nueva senda en nuestra historia? Es tan solo un bebé, un niño envuelto en pañales.
Nada ha cambiado en verdad, excepto que él ha nacido. María medita en lo hondo de su corazón, a la vez que mira extasiada a su bebé. Tanta pequeñez en un sitio tan escondido está preñada de una novedad tan sorprendente…
Se le va la mente a sus vecinos y a la familia de José… tienen puestas sus esperanzas en una intervención grandiosa de Dios, esperan a un glorioso Mesías, una acción espectacular venida del cielo… y ninguno de ellos se goza esta noche de ver colmada su esperanza en su hijito pequeño, más que unos pastores…
María sonríe serenamente, presiente que todo ya ha cambiado, intuye que ésta es la noche donde Dios actúa… y se alegra en esa fragilidad que acuna, en esa salvación envuelta en pañales, en ese Dios tan tierno que casi nadie repara en él… salvo unos pastores, y Ella, y tú, con quien ha compartido su intimidad, el relato de un recién nacido que acuna tus esperanzas.
¡Feliz Noche Buena! ¡Feliz Navidad!